No busques mi nombre entre los legajos de tu memoria
atados con cintas de colores; allí no estoy.
No recorras los cuadernos de la infancia, las estanterías donde
disponías tus soldaditos para la siguiente batalla del hacerse mayor.
No perturbes las aguas grises del estanque en el que ahogas
los sueños de ojos abiertos (¿ya sabes cómo castigan los dioses?).
No recorras esos laberintos de cristal donde ordenaste con mimo
libros imprescindibles, cachivaches necesarios y recuerdos de viajes.
No mires los cuadros y muebles que adornan tu casa, las fotografías
de las paredes y los álbumes polvorientos de hace veinte años.
Búscame donde sólo puede estar la belleza que dura un instante,
el arco iris que se te escapó esta mañana, una risa sin sombra,
el aroma del dondiego de tu solapa. Allí te espero.
lunes, 13 de abril de 2009
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