sábado, 30 de mayo de 2009

Juego

En ese territorio que no es del todo mío
porque es obligatorio contar con la memoria
de aquellos que me cuentan.


En ese país ya desaparecido, anegado
por los años, las prisas,
obligaciones, el imperativo del control,
eso que llaman madurez.

En esa galaxia ahora inaccesible y olvidada,
perseguía mariposas, siempre torpe,
y dientes de león.

En eso consistía el juego. Buscar, seguir,
admirarme del blanco sobre la amapola,
dejar que se me escaparan entre los dedos.

Ahora, cientos de canas y arrugas más tarde,
mucha menos inocencia, algo más de sabiduría,
algunos secretos desvelados,
sueños que resultaron pesadillas,
ahora, decía, en este cuarto que llamo presente,
persigo palabras, renglones, párrafos enteros.

Igual que entonces, se escapan.
Ése es el juego.

lunes, 25 de mayo de 2009

Tiritas para el alma

“Tienes que rehacer tu vida” era una de las frases que más escuchaba, de compañeros, amigos y familia. Le ponía nervioso el significado implícito, que todos parecían aceptar sin cuestionarlo. Otra de las más populares era “no es el fin del mundo, a todos nos ha dejado alguna vez una mujer”. Cierto, no era el fin del mundo con mayúsculas, el del planeta Tierra, pero sí era el fin de su mundo, el que había construido junto a ella. “Todo lo miras a través del cristal que te puso delante de los ojos”, ésa del amigo que más confianza tenía. No quería que eso cambiara, sería peor que una traición, sería olvidarla.

Esa mañana consiguió por primera vez leer el periódico hasta la sección de anuncios. “Se alquilan tiritas para el alma. Honestidad garantizada”. Con más curiosidad que fe, llamó al teléfono impreso y concertó una cita. Dos horas después, frente a frente con el comerciante, aprendió que las tiritas no le servirían. Literalmente, le dijo que necesitaba un trasplante.

domingo, 24 de mayo de 2009

Admiración

Cera perdida
Ha sido muy laborioso, pero aquí estás por fin, en la peana junto a mi lecho que jamás debiste abandonar. Ahora puedo admirarte sin límites y tus pupilas de bronce sólo mostrarán mi reflejo. Noche tras noche a mi lado, como debe ser, hasta el fin del tiempo.

Literatura
Le adoraba. Compró todos sus libros, ensayos que hablaban de sus libros, biografías, hasta tesis y sesudas disquisiciones de académicos. Tenía que saberlo absolutamente todo de él, dónde se inspiró para escribir ese cuento, qué musa le dijo al oído otro verso. Necesitaba averiguar si era cierto que su mejor relato nació en una noche de borrachera y sexo. Una vez leído todo, que no explicaba de verdad nada, consiguió una Ouija, incapaz de desalentarse por algo tan arbitrario como la fecha de nacimiento.

viernes, 22 de mayo de 2009

Solaparnos

Rápido, un deseo antes de que se pierda

esa estrella

en el resto de la noche.

Decirlo es fácil.

Quiero solaparme contigo.

Entiéndeme. No hablo de bailar acompasados


con idéntica cadencia,

ni del ardoroso encaje de nuestros cuerpos

bajo la sábana

ni siquiera del roce de tu sexo en el mío,

cuando te deseo.

No te equivoques. Quiero que te solapes conmigo,

no hundirme en el pozo de tu agenda.

Desdeño el tiempo que me regalas

envuelto en papel de colores

y un lazo esplendoroso.

No quiero saber el color de tus trajes, ni zurcir

los retazos de tus sueños

con el hilo de la monotonía.

Quiero que te solapes conmigo, y bastaría

un instante

para dar por buena la vida.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Hartazgos y harturas

Hemoderivados

- Mamá, por favor, sólo una más, te lo prometo.

- La última vez que dijiste eso acabaste con dolor de tripa.

- De verdad, que todavía no estoy tan lleno.

- Vale, pero recuerda que somos vampiros civilizados; limítate a los concentrados y deja en paz esas bolsas de plaquetas.

Muerte

Dos mil años vigilando como me convierto en un pergamino en el que nadie ha escrito siquiera un verso. Dos mil años inmóvil, sin poder espantar las termitas que recorren mis miembros. Dos mil años de ser un despojo lleno de vendas y objetos. ¿Nadie se apiadará de mí? ¿No hay un verdugo bien dispuesto?

Trabajo

Estimado padrone:
Durante años he sido su más fiel ayudante, bastaba un leve movimiento de su mano para que la mía ejecutara la misión, sin fallarle nunca. Pero todo llega a su final y he decidido pedirle la cuenta. Aprovecho la ocasión para recordarle la extraordinaria de 2005, que nunca llegó, y la prima prometida en el último caso.
Atentamente, se despide su fiel servidor,
Tomasso
(Encontrado en el bolsillo de un traje robado)
Vida
Bien podría ser al revés: la noche acaba en un atardecer y a éste le sigue el alba con su luz momentáneamente cruel. Pero no es así; amanecer, cénit, ocaso, oscuridad. Aunque fuera, nada iba a cambiar. Mis años no siguen la luz, sino rutinas invariables sin posibilidad de huida. O tal vez la huida sería otra rutina más, una costumbre de escape. Me puede ya esta vida.

domingo, 17 de mayo de 2009

Dificultades

Mercado


No le había resultado fácil conseguirlo, pero al fin estaba en su cocina, con el resto de ingredientes de la cena. Oyó al marido, rezongando como siempre. Setenta y siete años y aún no había aprendido el significado de la palabra paciencia. “En seguida te llevo la cena, cariño”. Ella estaba a régimen, por supuesto.


Elección

- Siempre me ha gustado pensar en mí misma como una chica lanzada.
- ¿Lanzada? Si ni siquiera has sido capaz de darme un beso.
- Sí, cuando nos hemos encontrado.
- Ésos no cuentan, puro formalismo. Un beso de verdad.
- Se me ocurren muchos motivos para hacerlo, y sólo uno para no hacerlo.
- Venga, enumera.
- Porque sí. O cambiando la entonación, ¿por qué no? Porque ahí fuera todavía hace frío, por el alcohol de esta copa que me suelta la lengua. Porque me gustan tus labios. Por el subidón. Porque, desde que te he visto, tengo ganas de enredar los dedos en tu nuca.
- ¿Y el motivo por el que no?- Pensar que a ti no te gustaría. Que te quedarías inerte, como una estatua de hielo.
- ¿Y qué decides?

Escribir

Conozco las letras, me sé sus curvas y rincones. Puedo juntarlas con rabitos inverosímiles y formar palabras. Incluso, una vez aprendidas sus exquisitas reglas, pongo una palabra detrás de otra, y otra más que la sigue. Parece imposible, pero ha nacido una frase. En un arranque de atrevimiento creo un párrafo y el orondo punto final que lo cierra. Letras, palabras, frases, puntos y comas. Y resultados tan distintos. Soy una impostora. Yo no sé escribir.

sábado, 16 de mayo de 2009

Piedras


Acostumbrada desde niña a las omnipresentes escenas de la Sagrada Lapidación que decoraban todos los espacios públicos y privados de la ciudad, ignoró la escultura que presidía la Plaza Grande. Volvía a casa después de las clases del primer curso de Litología; sí, Gema pertenecía al estrato superior, el de los impares, seleccionados desde la cuna para atender las necesidades espirituales de los demás, que eran emparejados para siempre según el criterio infalible de los sacerdotes.

Al cruzar la calle casi la atropelló un coche, y una vez en casa se le olvidó el beso ritual, lo que llamó la atención de su padre. Buena chica de siempre, tan reservada que a veces parecía poco dotada, esos días estaba como ausente, no participaba con tanta dedicación en los ritos del Poderoso Cuarzo Rosa y permanecía horas en su habitación. Ella ni se dio cuenta de la mirada interrogadora. Demasiado ocupada buscando un nombre, saber qué era eso que sentía, por qué la mera aparición de Pedro la provocaba taquicardias, sudores, sensaciones parecidas a volar, a desleírse en su propio ser. Fiel a uno de los Pétreos Principios, “sólo lo que tiene nombre existe”, buscó en diccionarios y enciclopedias, sin éxito, preguntó discretamente a gente de confianza: nadie había sentido nunca algo así. O eso decían. Su abuelo le contó una historia de cuando era niño: limpiando la fachada de la catedral había encontrado una inscripción muy borrosa “Prohibido enamorarse”. Le dijeron que siglos atrás, esa maldita costumbre había estado a punto de acabar con el Pueblo Elegido y no quedó más remedio que prohibirla; con el tiempo, hasta la palabra cayó en el olvido y nadie sabía lo que significaba. Pero un anciano al que cuidaba, antes de convertirse en un proscrito y abandonar la ciudad, le dijo en susurros su significado y al abuelo le parecía recordarlo al oír a Gema.

Pasaban los días, cada vez era peor, se aproximaba la fecha de hacer efectivos los emparejamientos, la fiesta grande en la que ella participaría como auxiliar de ritos, con todos los de su clase. Y creía morirse y no sabía por qué. La tarde antes de la ceremonia la pasó encerrada en los sótanos de la biblioteca, estudiante ejemplar. En un libro polvoriento de hojas frágiles titulado “Diccionario de Sinónimos y Antónimos” encontró la palabra del abuelo. Así que era eso, lo que murmuraban en corrillos los estudiantes de quinto, dedicado todo el curso a conocerlo bien para poder realizar la Anulación, que otros llamaban exorcismo. Una de las tareas sagradas y secretas de los sacerdotes, que ella aprendería a su debido tiempo, cómo combatir esa plaga terrible, la sublimación*.

La encontraron al día siguiente, cubierta de sangre y páginas rotas de un libro.
*Sublimación: paso del estado sólido al gaseoso

jueves, 14 de mayo de 2009

Worrying

Al principio no me preocupé mucho. Después del accidente, pensé que no sentir pena cuando murió el abuelo era hasta normal. Me estaba recuperando, todo parecía ir bien. Volví a trabajar, a ser el mismo jefe frío y distante de siempre que decían todos. En casa, mi mujer me reprochó que no me uniera a esa alegría desbordante que mostraron todos cuando el niño aprobó Selectividad. Poco después murió mi madre, y entonces sí me lo tomé en serio. Ahora me dedico a analizarme, exponiéndome adrede a distintas situaciones, y una y otra vez obtengo el mismo resultado. ¿Tendrá que morir mi hija para que yo sienta algo? No lo soporto, hasta se me ha ocurrido esa aberración, esta angustia de no poder sentir me está matando.

martes, 12 de mayo de 2009

Vacío

Estoy preñada de vacío.
Sin luz, ni colores. No es negro, ni blanco.
Sin sonidos.
Sin caricias.


A ratos, pero sólo a ratos
se cuela la alegría por una rendija
que todavía no ha sido ocupada.
Y corre rápido un arco iris, suenan sonrisas
el aire huele a primavera recién estrenada
y me sorprende el sabor de un beso.
Pero cada vez menos.


Estoy preñada de vacío, y cuando llegue el día
pariré un monstruo de nada.
Agitará sus bracitos, se aferrará a mi pecho,
querrá que le quieran, insistirá en vivir.
Pero eso será luego.

Ahora estoy preñada de vacío, y ya es tarde.

sábado, 9 de mayo de 2009

Blogosfera V

Poesía sin red

Lunes 6 de abril de 2009


Dioses

Venid a mi lado esta noche
la nave va a partir
y no me han entregado mapas.


Os necesito conmigo esta noche
en el mar de aguas negras
que reniega de faros.

Convertidme en Odiseo esta noche
para que las sirenas no logren
entorpecer mi camino.

Para llegar con el alba
a mi puerto, tu cuerpo,
mi amada.
Sólo esta noche.

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Miércoles 8 de abril de 2009


Máscaras

Yelmo, coraza, peto
el hierro que cubre mi cara.
Capa negra, camisa que roza el pecho
máscara de plumas.
Ya me he despojado de todo.
Mírame, ahora sí estoy desnudo.
No tengo piel ni músculos ni arterias.
Sólo soy un poema.

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Lunes 13 de abril de 2009


Sin título

DiEgo ha muerto ---- DiEgo ha muerto ---- DiEgo ha muerto


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Lunes 4 de mayo de 2009

Revelación

DiEgo nunca murió, porque jamás ha existido. Es un personaje, una máscara, es sólo un deseo que se desvanece en el aire. Es un poema.
Yo, el escribiente, no soy DiEgo. Cierto que los textos que él se arroga salen de mi pluma, pero ahí empieza y termina nuestra relación. El resto se debe exclusivamente a vuestra imaginación, lectores y comentaristas.
Los sentidos comentarios de pésame ante la muerte del personaje me llevan a escribir estas líneas. Es imposible no conmoverse ante esas manifestaciones de duelo, más que ante los halagos que mi poesía suscitaba. Gracias por todo.

Publicado por DiEgo en 0:26

1 comentarios

Serena dijo...
Asesino! Tú has matado a DiEgo!

4 de mayo de 2009 0:29

martes, 5 de mayo de 2009

Medidas de tiempo

Segundo

En Madrid, tiempo que transcurre desde que el semáforo se pone verde hasta que oyes el primer pitido, cuando tu coche es el primero de la fila y por alguna razón inexplicable, todavía no has arrancado.

Amor con fecha de caducidad

- Hasta el 1 de septiembre, nos quedan 12.144 besos normales, 3.406 muerdos (asumiendo un promedio de tres minutos para cada uno) y 7.224 minutos de ir cogidos de la mano –dijo él, calculadora en ristre.
Y en ese momento, ella decidió romperle la estadística.

Una tarde

Iba a merendar a casa de su abuela, andando rápido por la promesa de rosquillas fritas. En la cocina se detuvo en seco: había visita; esa prima del pueblo lejano perpetuamente de negro (¿era el marido quien había muerto en la guerra?), que parecía una bruja con verrugas y pelos negros en la cara, que sólo sabía hablar de desgracias y en suspiros. Era muy fácil saber cuánto tiempo llevaba y cuánto quedaba para que volvieran las risas, sólo había que contar los vasos medio vacíos de la encimera. Echó un vistazo rápido: seis. Se escondió en el baño para ahorrarse el ritual de besos rasposos y soñó con las rosquillas.

Duelo

- Al principio me decían que sólo necesitaba tiempo, hojas de calendario, para superar el fin de nuestro amor tan perfecto. Mentira. Luego vinieron reproches, incluso amenazas, hasta te insultaron asegurando que era mi recuerdo distorsionado y tu muerte lo que hacía que fuera una historia de amor especial, que hubiera sido un amor de juventud como tantos otros. Ya no queda nadie que me conociera entonces, por fin me han dejado tranquila. Enseguida bajo a verte, a darte un beso de buenas noches, en esa cara que ya es una blanca calavera. Para siempre.

sábado, 2 de mayo de 2009

Impaciencia

El semáforo ya está en verde, pero el coche de delante sigue parado. Grito sin voz a su conductora que deje de atusarse el pelo y arranque de una vez. La mano sobre el claxon, no, molesta. Ya arranca. En la primera rotonda la pierdo de vista. Mejor. En la segunda me obligan a un frenazo brusco, vale ya de inútiles al volante. Se acaban las rotondas. M-30 despejada. Ahí está la salida. Doce semáforos y llegaré a casa. Por fin. Ducha muy rápida, el cuidadoso despeinado del pelo tarda algo más en fraguarse. Poco más y estoy lista. Llego una hora y tres minutos antes a la cita. Maldito Swatch. Una exposición cercana, fotos, mejor que desgastar la acera. Sin expectativas, sin expectativas, como un mantra. Llega la hora y el citado. Paseamos, tengo que acordarme continuamente de aflojar el paso. Charla no demasiado intrascendente, cena sin velas. Ya vienen las copas. Su mano que se acerca, la mía que responde. Suena su móvil. Retirada. Manos en stand by hasta dentro de dos semanas. Vuelvo a casa. A dormir. Un día más o más bien, un día menos.