Quería tanto un hijo que venció el asco de acostarse con extraños hasta conseguir su deseada preñez. Cuando por fin lo tuvo en brazos sintió que era posible morir de felicidad.
Quería tanto a su hijo que pasaba todo su tiempo con él, sólo aceptaba trabajos compatibles y el niño pisó por primera vez un aula cuando no tuvo más remedio: su ausencia se tradujo en angustia hasta que apareció el móvil. Dedicó a la crianza todos sus esfuerzos, su energía, le quería tanto que no dudó en sobornar a catedráticos ni chantajear a los menos dóciles para que aprobara la carrera.
Quería tanto a su hijo que su primera novia tuvo un accidente, la segunda se mudó a Australia y a la definitiva la escogió ella directamente del catálogo. Tuvo la primera webcam del barrio y aprendió a manejar el Messenger mejor que el lavavajillas.
Quería tanto a su hijo que cuando la diagnosticaron el cáncer supo inmediatamente lo que tenía que hacer.
2 comentarios:
Me ha dejado tan mal sabor de boca esa mujer que pintas tan obsesionada, tan loca... quizás porque todas las madres andamos siempr buscando ese equilibrio entre la protección y la independencia de nuestros hijos, sin estar seguras de haberlo alcanzado.
Sí, es una pena que los niños no vengan de serie con un manual de instrucciones ;-)
Un beso,
Alicia
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