Ambos viajaban mucho. Ella siempre en business, pagado por la compañía que la eligió directora general con tan pocos años. Él en la cabina de su camión de ruta internacional, decorada con pin-ups. Ella conocía al dedillo todos los museos de las grandes capitales europeas. Él, los polígonos industriales. Las amigas suponían que era un prodigio en la cama. Los amigos murmuraban "braguetazo" cuando no estaba presente. "Porque no os veis casi, por eso duráis tanto, hija mía". Ellos sólo decían "nada es eterno". Y se reían.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
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2 comentarios:
Mi mas sincera enhorabuena,conciso,claro, bien entretejida la historia.Abrazoa del porquero.
Sí, ya me decían desde pequeñita que sabía resumir muy bien ;-)
Gracias por el halago,
A.
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