miércoles, 30 de diciembre de 2009

Un diamante engastado en hojalata

Ambos viajaban mucho. Ella siempre en business, pagado por la compañía que la eligió directora general con tan pocos años. Él en la cabina de su camión de ruta internacional, decorada con pin-ups. Ella conocía al dedillo todos los museos de las grandes capitales europeas. Él, los polígonos industriales. Las amigas suponían que era un prodigio en la cama. Los amigos murmuraban "braguetazo" cuando no estaba presente. "Porque no os veis casi, por eso duráis tanto, hija mía". Ellos sólo decían "nada es eterno". Y se reían.

martes, 8 de diciembre de 2009

Duermevela


Cuando llega diciembre los árboles se desnudan al fin entre espejismos de luz

y tú me pides que haga lo mismo.


Cuando llega diciembre tus labios juegan a hacerme cosquillas y aunque

falta mucho para abril, me regalas todas las palabras.

Cuando llega diciembre la niebla ocupa todos los espacios y te oculta entre

sobras de sol, esqueletos grises caminando por la ciudad.

Cuando llega diciembre las piedras que amo se transforman en orgías de watios

que echaré de menos después.

Cuando llega diciembre el frío está fuera, chapoteando con la escarcha mientras

tú revoloteas en las sábanas calientes que acabo de abandonar.


Y por una vez me desnudo, me dejo llevar hacia ti y te cuento


todos los secretos que no has podido entrever antes de que llegara diciembre.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Choque


¿Te he dicho ya que odio los coches plateados? Cuando el sol está bajo, se confunden con la carretera. No quedaban más colores en la agencia del aeropuerto. Así dijo el otro conductor, que no me vio, que el camino estaba libre para seguir acelerando, mientras yo trasteaba inútilmente con los mandos, buscando las luces. Vino entonces el estruendo de metal contra metal, y metal contra muro. No fue eso lo peor, ni el dolor ni la quemadura del airbag. Lo peor fue tener que girar el cuello hacia ese horrible silencio donde, segundos antes, reían los niños.

martes, 1 de diciembre de 2009

Contradicciones

Si pudiera vendarme los ojos y tropezar con los muebles, que sangre la rodilla y no el ánimo.

Si taparme los oídos sirviera para no escuchar palabras.

Si creyera que la Literatura puede salvarme la vida y que escribir hace algo más que empeorar mi túnel del carpo.

Si estuviera segura de que es la pasiva de ciertos verbos todo lo que necesito.

Si creyera en el Ratoncito Pérez y los Reyes Magos, esos impostores.

Entonces me diluiría en las certezas.

Y ya no sería.